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La Regeneración: Desprendimiento Interior

 



Palacio de Potala, Tíbet. Año 2007

Siempre he creído, quizá de manera imprecisa, que existe la posibilidad de que la conciencia omnipresente (reflejo de lo absoluto no manifestado, que da vida y apercibimiento de la vida en cada individuo) pueda expresar a través de nosotros, su sabiduría, poder y belleza. Y esto, conscientemente, siempre que la individualidad la reconozca y que permita, mediante la entrega receptiva de la personalidad y la transparencia adecuada de la mente, el paso de la luz universal para que así puedan cumplirse las palabras:
"Hijo, Tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son Tuyas".
No obstante la luz pasa, actúa y dirige a la personalidad cualesquiera que sean su cociente de inteligencia o la bondad que albergue en su corazón. No importa si un ser humano sabe o no el lugar que ocupa en el mundo; está sujeto a las mismas leyes que los pocos que sí lo saben. La diferencia es que conocer la verdad hace libres a los hombres mientras que la ignorancia los hace esclavos.
En cualquier condición en que se encuentre una persona existe la posibilidad de efectuar un cambio progresivo hacia la autoconciencia, pero hay que estar dispuesto a pagar el precio que exige el cambio, así como a enfocarse, adecuadamente, en la dirección correcta. Ambas actitudes son interdependientes.
El precio consiste en perder totalmente el egocentrismo personal.
La orientación en la dirección correcta es la renovación de la mente que conduce a la libertad.
En definitiva, es necesario regenerarse. A partir de lo que ya tenemos, debe formarse una personalidad nueva, más acorde con la divinidad inherente a todos nosotros.



El egocentrismo es simplemente permanecer ciego a la Unidad de toda la Vida, es decir, carecer de amor. Supone, por tanto, vivir aislado, rodeado por una minúscula muralla con cinco ventanas, que son los cinco sentidos físicos. Se trata de esa imagen que vemos en el espejo y hacia la que sentimos una mezcla de amor y odio. Adoramos nuestro sentido de identidad y a la vez lo despreciamos, porque ni nos da seguridad ni nos hace felices. Esa presión es la que provoca que antes o después deseemos ampliar la muralla, para darnos cuenta más tarde de que solo ha existido en nuestra mente.

Renovar la mente es salir de la prisión de las formas de pensamiento y sentimiento ligadas a la idea que tenemos de nosotros mismos y de experiencias del pasado. Esta limpieza de la mente se realiza para verificar el hecho de que identificarnos con ella es tan erróneo como identificarnos con el cuerpo físico.

Hay que comprender que el intelecto es solo el instrumento para una Energía Interior Superior. Esta es la razón por la que tratamos de mejorar la atención o la concentración, que después nos llevan a la meditación. Se trata, en definitiva, de eliminar pensamientos intrusos y repetitivos que nos distraen, quitándonos la calma mental necesaria para que aflore el interior. Asimismo es necesario entrenar la mente con la finalidad de que adquiera agudeza a la hora de elaborar las ideas que requiere la energía interna. Dichas ideas expresan el verdadero conocimiento, el que no viene en los libros -aunque estos sean de gran ayuda-.

Nuestro cuerpo está muriendo y renaciendo continuamente, esto es un proceso natural. Sabemos también que cada cual tiene una personalidad delimitada. Por eso es nuestra responsabilidad equilibrar las relaciones entre las necesidades propias y las demandas de los demás, creando fronteras personales, precisamente para que el ciclo natural no se altere, no nos enfermemos y conservemos nuestra peculiaridad.
Amando nuestra personalidad y reconociendo la guía interna podremos integrar esta conocida aseveración "Yo no puedo hacer nada de mí mismo. Según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió."


Dragón del Templo de Confucio (Pekin)


Proco Martínez
Profesora de Tai-Chi