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Meditación

 


Haciendo un símil sencillo pero muy ilustrativo, podemos comparar la mente humana con un gran vaso de agua cristalina en la que se entremezclan partículas de tierra que la enturbian al ser agitadas. Dichas partículas serían equivalentes a los pensamientos y el elemento agitador al deseo. Para que la tierra deje de enturbiar el agua del vaso basta con dejar de agitarla. Al hacerlo, cada una de las partículas se depositará, ordenadamente, en el fondo del mismo.

De igual manera, para que los pensamientos dejaran de rebullir en nuestra mente bastaría con desapegarnos del mundo, esto es, bastaría con canalizar la energía del deseo hacia el lugar correcto: desear ser lo que de verdad somos.

Hace algunos años que empecé a practicar yoga y tai-chi. Casi al mismo tiempo comencé también con la práctica de la meditación. Curiosamente he conseguido una cierta regularidad en las dos primeras actividades, pero todavía, en todos estos años, no he logrado adquirir la constancia deseada en la meditación. Y todo ello a pesar de que sé, con total seguridad, que los beneficios que se obtienen dedicando tiempo regularmente a la meditación son muy superiores a los que me podría proporcionar cualquier otra actividad. Lo mismo le ocurre también a otra mucha gente que conozco. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué somos tan reacios a quedarnos quietos sin hacer nada? ¿Qué extraño resorte nos impide practicar una actividad que sabemos tan beneficiosa?

Trataré a continuación de describir algunas de las pautas fundamentales que es necesario tener en cuenta para una práctica eficaz de la meditación, aún siendo consciente de que se trata de una actividad ingrata en tanto en cuanto atenta frontalmente contra nuestra forma habitual de relacionarnos con lo que nos rodea y que, por lo tanto, ninguna técnica, ningún mecanismo que no esté profundamente asentado en una voluntad férrea, en un convencimiento profundo procedente de una necesidad sincera, va a servir de mucho.

Para poder acercarse a un estado de meditación es necesario, previamente, relajar el cuerpo, ser capaz de concentrar la mente y cultivar la atención. Sin relajación, sin capacidad de concentración y sin dirigir la atención en la dirección correcta, será difícil cualquier logro en otro sentido.

Para relajar el cuerpo existen numerosas técnicas, todas ellas excelentemente expuestas en libros o artículos al alcance de todos. Yo solo me referiré, brevemente, a aquellas que considero más importantes. En primer lugar es necesario contar con un lugar apropiado: tranquilo, bien ventilado, y, si es posible, con algo de música suave. Es importante también la postura. Se puede empezar tumbado, pero es conveniente pasar cuanto antes a la postura de sentado: en una silla o en unos cojines en el suelo, pero siempre con la espalda bien alineada, el cuello estirado y los hombros relajados. La respiración, realizada únicamente con la nariz, debe ser abdominal, suave y acompasada. Al principio será suficiente con permanecer cinco o diez minutos diarios en estas condiciones: tan solo sentados o tumbados, quietos, respirando y escuchando la música. No hay que tener prisa. Sobre todo hay que ser constantes y afianzar el hábito. Poco a poco se puede ampliar el tiempo hasta llegar a los veinte o treinta minutos.

Anciana lakota


Cuando consideremos que hemos alcanzado cierta capacidad para relajar el cuerpo, podemos comenzar con las prácticas de concentración mental. Existen muchas maneras de concentrar la mente y cada uno deberá elegir aquella que le resulte más efectiva. Se puede repetir una y otra vez un sonido, visualizar una imagen con los ojos cerrados, centrarse en el ir y venir de la respiración, pasar las cuentas de un rosario e, incluso, es posible colocarse de frente a una pared y permanecer así durante algún tiempo. Cada uno de estos ejercicios se ha utilizado, y aún se utiliza hoy en día, en distintas escuelas de meditación para lograr la concentración mental. Trataré de explicar con más detalle alguno de ellos:


- La palabra MANTRA significa "aquello que salva cuando está recorriendo la mente". Se trata de sonidos sagrados que, repetidos una y otra vez, en voz alta o solo con el pensamiento, consiguen acallar la mente gracias a su alto poder energético. También podemos utilizar como mantra cualquier palabra que para nosotros tenga una resonancia profunda a nivel interno o espiritual: CRISTO, AMOR, PAZ, OM, SOHAM (YO SOY)…etc.
- Si optamos por la visualización debemos elegir aquello que nos resulte más agradable y tranquilizador: EL MAR, EL CIELO, UN PAISAJE, LA LUZ DE UNA VELA, UNA DIVINIDAD… Trataremos de permanecer centrados en esa imagen. Si algún pensamiento nos distrae lo dejaremos pasar y volveremos, una y otra vez, a la imagen elegida.
- Existen también innumerables ejercicios de respiración. La tradición hindú los denomina PRANAYAMAS y la china QIGONG o CHIKUNG. Uno muy sencillo y muy efectivo, que se puede realizar como paso previo a la visualización, consiste en ir tomando y soltando el aire, alternando las fosas nasales, durante unos pocos minutos.
- El JAPA MALA es un rosario de 108 cuentas muy utilizado por las religiones orientales en la práctica de la concentración mental y la meditación. La técnica es simple, y solo consiste en ir pasando las cuentas a la vez que se recita algún mantra o se realiza alguna visualización.
- La técnica de colocarse frente a una pared durante largos períodos de tiempo es utilizada por la escuela de meditación ZEN. Consiste en sentarse en una buena postura frente a la pared, con los ojos entreabiertos. Es necesario regular la respiración, poniendo especial interés en la espiración: se debe hacer cada vez más larga y profunda, llevando el flujo del aire, así como la atención mental, a un punto situado por debajo del ombligo.


En cualquier caso, se utilice la técnica que se utilice, lo más importante, al igual que decíamos al referirnos a la relajación, es adquirir el hábito. Ninguno de los recursos señalados es operativo si no se realiza con la regularidad y la constancia necesarias.

Haré mención, finalmente, al que considero que es el recurso más importante para lograr el sosiego y la fuerza necesarios que nos permitan algún día acercarnos, siquiera fugazmente, a un estado profundo de meditación. Me estoy refiriendo al cultivo de la atención. Consiste en ser conscientes de lo que hacemos en cada momento, analizando las reacciones tanto físicas como mentales que en nosotros desencadenan nuestros propios actos y los de los demás, sin juzgar nada, tan solo observando con atención. Para ello resulta muy útil ingeniar algún mecanismo que permita al YO ser testigo de la personalidad. De esta manera lograremos adquirir la distancia necesaria para analizar nuestros propios comportamientos y reacciones. Una vez conseguido, no hay que esforzarse por modificar nada, ni siquiera aquello que nuestra tendencia al juicio califica como malo. La propia atención, cuando está correctamente enfocada, canaliza adecuadamente el deseo apartándolo de aquello que no es conveniente para nosotros -igual que la tierra se deposita ordenadamente en el fondo del vaso cuando dejamos de agitar el agua-.

Una vez que hayamos llevado a cabo, con la constancia y dedicación necesarias, las prácticas descritas -relajación del cuerpo, concentración de la mente y atención en todo lo que hacemos- y que todo ello, además, nos haya permitido avanzar en el control de los deseos, ya estaremos en condiciones de OFRECERNOS A LA MEDITACIÓN.

Vivir relajado, centrado y atento nos ayuda a dirigir la energía del deseo hacia el lugar correcto. De esta manera podremos progresar en el desapego para compartir el ritmo del universo y formar parte de Él. Lograremos, en fin, experimentar la grandeza de lo que ya somos.


Javier Gómez Torres
Profesor de Enseñanza Secundaria
Alumno de Yoga y Tai-chi