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CURAR CON ARCILLA

 

En el número anterior mostramos cómo emplear la arcilla para curar úlceras. En esta ocasión vamos a utilizar la arcilla para mejorar las varices, las venas dilatadas que se forman cuando las paredes venosas se alteran y se debilitan por la presión de la sangre.

El tratamiento que describimos requiere tiempo y dedicación, tanto por el laborioso proceso de preparación de la arcilla -desde que se va al campo a cogerla o se compra en la herboristería y se prepara mezclándola con el agua, hasta que se aplica- como por el tiempo de duración. Exige paciencia y constancia por parte de quien es objeto del tratamiento y también por parte de quien lo aplica. Por eso las personas que no disponen de tiempo, o no están dispuestas a esforzarse y dedicar parte del día a su cura, es preferible que no lo inicien ya que los resultados no serán los deseados y terminarán pensando que la cura no es efectiva. Como sentencia un dicho chino, hay que “invertir en pérdidas”. Es difícil prever su duración ya que no todo el mundo responde igual. Hay personas que arrastran el problema mucho tiempo y que tienen dolor e inflamación, mientras que otras, en cambio, tienen pocas varices, o no se les inflaman ni duelen. Además, a fin de favorecer la curación, se recomienda que la alimentación sea sana y equilibrada, ya que el abuso de grasa no es bueno en estos casos.


Como señalábamos en el número anterior, el agua que se le añade a la arcilla debe ser mineral y los utensilios o vasijas utilizadas de barro, cerámica, madera o cristal. A fin de ahorrar tiempo se puede preparar la arcilla para varias ocasiones. Si se endurece se le añade agua tantas veces como sea necesario para una correcta preparación. Ahora bien, no debe removerse antes de ser aplicada porque pierde porosidad y se vuelve impermeable, lo que reduce su poder de absorción. Tampoco conviene utilizar arcilla cocida o mezclada con sustancias medicinales u otros aditivos. Existen varios colores y variedades pero todos son eficaces si se siguen estas instrucciones.

La arcilla se aplica directamente sobre la zona afectada, se cubre con una toalla fina o paño y se coloca una venda o calceta para sujetar. La cataplasma debe quedar como una masa compacta. Si la arcilla se seca muy rápidamente, sobre todo en verano, es conveniente poner unas hojas de col sobre ella porque, además de ser curativas, impiden que se seque tan rápido. Cuando la arcilla comienza a resquebrajarse y se suelta de la piel es señal de que ha perdido su eficacia y hay que sustituirla por otra.

No se debe poner una cataplasma de arcilla si la persona tiene los pies fríos, primero hay que calentárselos con un baño de agua caliente. La arcilla en frío se utiliza para la inflamación, el dolor y las zonas calientes; en caliente se emplea para las zonas que están frías y no presentan inflamación: al calor se le debe aplicar frío y al frío se le debe aplicar calor.


El caso concreto que conozco y al que me refiero tardó unos meses en curarse. Aunque no había dolor, las rodillas se encontraban inflamadas y la zona baja de las piernas estaba hinchada y morada. El resto de la pierna presentaba abundantes varices.
La aplicación de la arcilla la realizaba tres o cuatro veces al día. Cubría ambas piernas desde las rodillas hasta el pie, excepto la planta. Cada vez que quitaba la arcilla de las piernas, cuando ya había hecho su efecto, lavaba la zona con agua mineral fría y procedía a colocar otra cataplasma. A veces realizaba alguna aplicación también por la noche, aunque no siempre, para no impedir el descanso. A medida que en una zona iba desapareciendo la inflamación y se limpiaban las varices –cambiaba el color oscuro a más claro- dejaba de ponerle la cataplasma y solo la colocaba donde era necesario. Y así hasta su desaparición por completo.

A veces parece que no se adelanta nada e incluso da la impresión de que hay un empeoramiento en lugar de mejoría. La razón es que, al principio del tratamiento, la arcilla provoca un potente drenaje de sustancias tóxicas en la zona. Por eso es aconsejable que, en este periodo inicial, la capa sea muy fina. Las aplicaciones ligeras repetidas con la mayor frecuencia posible dan muy buenos resultados y, según evolucione el proceso, después de las primeras semanas se puede aumentar el grosor de la capa de arcilla.

En el caso que nos ocupa el resultado fue óptimo: desapareció la inflamación de las rodillas, de los tobillos y del empeine del pie. También las zonas oscuras de pies y venas se limpiaron y quedaron con su color natural.

Recordad que los tratamientos con arcilla son eficaces, pero requieren mucha paciencia, y tened en cuenta que empleamos un producto natural que no es una sustancia inerte sino viva.

Angeles Caerols Solera
Auxiliar técnico educativa, jubilada