POR EL BIENESTAR DE LA HUMANIDAD
Este verano he tenido la suerte de vivir en directo una impresionante
ceremonia védica: Athi Rudra Maha Yahua. Se trata de un antiguo ritual para la
paz y la prosperidad del mundo, que se ha celebrado en Putaparty (Andhra
Pradesh, India) del 9 al 20 de agosto. Es un evento extraordinario que sólo se
había celebrado una vez en el pasado.
Los actos que se han desarrollado a lo largo de estos doce días han tenido
lugar en un gran templo con capacidad para 120.000 personas. Enormes columnas
sujetan el techo, bellamente decorado con colores y símbolos propios de la
estética hindú. Está abierto al exterior, lo que permite alojar a tantas
personas sin sufrir la sensación opresiva de los espacios cerrados. Para la
ceremonia se erigieron en el centro once hornos y delante de ellos, sobre un
altar, se dispuso un lugar cubierto de flores en representación del poder
creador del universo.
La organización y el seguimiento del ritual estuvo a cargo de un venerable sacerdote (ritwik) que estaba acompañado de otros ciento veinte sacerdotes más (algunos de ellos muy jóvenes) repartidos alrededor de los once fuegos. Todos recitaban incesantemente mantras (sonidos sagrados) para purificar nuestros corazones y para que se expandieran por todo el universo. Diariamente, por las tardes, había charlas sobre valores humanos universales impartidas por eruditos oradores. Según se dijo allí, el secreto de toda la creación está contenido en los Vedas (antiguas escrituras hindúes), que establecen la meta y el propósito de la vida humana.
La afluencia de gente era tan grande que el templo quedaba rodeado de cientos
de personas que no podían acceder al interior. La mezcla de culturas
impresionaba. Aunque la gran mayoría eran hindúes, no todos residentes en la
India, el resto de continentes estaban también ampliamente representados.
Queda en el recuerdo el calor sofocante, la lluvia de los monzones, el humo y todas las incomodidades que acompañan a ceremonias de esta envergadura. Pero la impresión más importante, difícil de describir, es la producida por la tremenda devoción con que personas de diferentes razas, culturas, estratos sociales y religiones se unieron con una única voz, rezando por la paz y el bienestar de toda la humanidad.
Marisa Martínez
Profesora de Yoga
India Sur – Verano de 2006