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Rainer María Rilke,

una invitación a la introspección





Son muchos los libros que, a lo largo de mi vida, he leído y disfrutado. Pero en este momento me viene a la memoria uno que siempre suelo tener cerca de mí junto con algún otro. Todos ellos, aunque muy leídos y releídos, no dejan nunca de estremecerme.

Me estoy refiriendo a Cartas de un joven poeta de Rainer María Rilke. Como el propio título indica, este escritor mantuvo una corta correspondencia con un joven que aspiraba a ser poeta. Las palabras sumamente delicadas con las que Rilke aconsejaba y corregía al joven poeta son una invitación a la introspección y al autoconocimiento para todo aquel que lee el libro.

Cuando el joven le pregunta si sus poesías son buenas, Rilke le contesta que busque dentro de sí mismo y que si ese impulso llena todo su Ser, entonces y solo entonces se dará cuenta de si su vocación es genuina. También le aconseja que no busque en los demás esa confirmación, puesto que él y solo él puede contestar a esa pregunta; que se pregunte y que ame esas preguntas que brotan de lo más profundo de su Ser; que busque en la hondura de su corazón, en la hondura de su alma; que deje al amor llenar toda su creación, sin poner límites al tiempo. Así, toda su obra será su Vida y toda su Vida será su obra. Es necesario, continúa aconsejándole, poner celo en el trabajo de creación y no sucumbir nunca al desánimo: cuando todo el ser vibra, entonces uno se da cuenta de que la vocación es verdadera y de que todos los momentos, todas las horas de la vida, deben quedar embargadas por esa aspiración.

La lectura de este libro me lleva a pensar que las circunstancias en que la Vida-Dios nos pone, y todas las adversidades que sufrimos, nos deberían llevar a realizar ese trabajo de introspección al que alude Rilke. Podríamos ver entonces si nos sentimos vivos, si sentimos vibrar la Vida en nosotros, si sentimos esa emoción y esa ternura del joven poeta que crea obras que son su vida.

Nosotros también creamos nuestra vida y ayudamos a los demás a crearla. Es esta y no otra nuestra obra suprema: NUESTRA VIDA. Hemos de ser conscientes de esa aspiración para poder trabajar en ella y realizarla con esperanza y amor, para que nunca el tedio o la rutina se instalen en nosotros. Para que no olvidemos nunca que VIVIR es CRECER.



Inmaculada Gómez Toldrá
Practicante de Tai-Chi